En la Negra y Criminal, los sábados al mediodía, servían libros con mejillones. El azar o la mala planificación quisieron que nunca me hallase en Barcelona en los momentos propicios para participar del milagro literario-gastronómico, y de ahí que esa pretensión, la de situarme a espaldas de la Estación de Francia en medio de uno de esos suculentos banquetes de tinta y moluscos, figurase entre mis más afianzadas expectativas para el futuro. Por desgracia, el plan se ha incorporado estos días al rincón donde reposan los proyectos que no conseguiremos realizar nunca. No sé cuántos años lleva Paco Camarasa ejerciendo la sana costumbre de enviar diariamente un correo matutino a sus clientes, suscriptores y amigos. Sé que hace varios años que yo me encuentro en al menos uno de los tres grupos, y que por tanto me había acostumbrado a desayunar esos breves textos en los que se mezclaban los informes de lectura con la difusión de noticias que podían interesar a todos los que, siquiera tangencialmente como en mi caso, nos vinculamos de vez en cuando al género policíaco. Por esas cartas breves de Camarasa supe de las novedades que iban saliendo y recibí cumplida información de noticias tan luctuosas como el fallecimiento del maestro Francisco González Ledesma. Es otra de esas misivas la que me informa en mala hora de que al propio Paco y a su compañera de aventuras, la infalible Montse Clavé, les ha llegado la hora de batirse en retirada. «Muy pocos de los lectores que apostaban por llegarse hasta la Barceloneta nos visitan», se lamentan en su elegiaco texto: «Ya no somos necesarios».
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Miguel Barrero (Oviedo, 1980) ha publicado las novelas Espejo (premio Asturias Joven; KRK Ediciones, 2005), La vuelta a casa (KRK Ediciones, 2007), Los últimos días de Michi Panero (premio Juan Pablo Forner; DVD Ediciones, 2008), La existencia de Dios (Trea, 2012), Camposanto en Collioure (Prix International de Littérature de la Fondation Antonio Machado; Trea, 2015) y El rinoceronte y el poeta (Alianza, 2017). También es autor de los ensayos Las tierras del fin del mundo (Trea, 2016) y La tinta del calamar (Trea, 2016; premio Rodolfo Walsh 2017). Codirigió el documental La estancia vacía (2007).