Los Panero estuvieron muy presentes, no es ningún secreto, en una etapa de mi vida. Alrededor de su intrahistoria familiar y sus derivados generacionales escribí una novela y dirigí un documental. La novela me procuró cierto reconocimiento y se vendió razonablemente bien, pero es muy difícil dar con ella hoy en día: la editorial cerró, los pocos ejemplares que quedaban se saldaron y el libro permanece descatalogado y libre de derechos. Aún conservo por algún cajón los recortes de prensa que surgieron a su alrededor, incluyendo la crítica más divertida que me hayan hecho nunca: un extenso artículo cuyo autor se dedica a insultarme tras confesar, en las primeras líneas, que no había pasado de la primera página. El documental tuvo una vida mucho más subterránea: se vio en algún festival, se proyectó en determinados ciclos y hasta contó con algún pase especial en una universidad madrileña de cuyo nombre no puedo acordarme. Quizás todo eso influya en que lleve varios años considerando todo aquello como parte de una etapa cerrada de mi biografía, uno de esos lugares gratos al recuerdo pero a los que sabemos que vale más no volver. Alguna vez me escribe alguien preguntándome dónde puede ver la película o si hay forma de conseguir el libro. Dependiendo del humor con que me pillen y de la confianza que tenga con quien me interpela puedo dar más o menos largas, pero tiendo siempre a saldar la cuestión con una negativa por no verme en la tesitura de reabrir asuntos que, a fin de cuentas, no corrieron la suerte que me hubiese gustado que tuvieran.
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Miguel Barrero (Oviedo, 1980) ha publicado las novelas Espejo (premio Asturias Joven; KRK Ediciones, 2005), La vuelta a casa (KRK Ediciones, 2007), Los últimos días de Michi Panero (premio Juan Pablo Forner; DVD Ediciones, 2008), La existencia de Dios (Trea, 2012), Camposanto en Collioure (Prix International de Littérature de la Fondation Antonio Machado; Trea, 2015) y El rinoceronte y el poeta (Alianza, 2017). También es autor de los ensayos Las tierras del fin del mundo (Trea, 2016) y La tinta del calamar (Trea, 2016; premio Rodolfo Walsh 2017). Codirigió el documental La estancia vacía (2007).