Aún se conserva en la calle del Castro Romano, una de las que configuran la laberíntica trastienda del barrio de Cimadevilla, el local en el que allá por 1976 abrió sus puertas la librería Paradiso. Quien acuda a visitarlo se encontrará con una persiana bajada y llena de grafitis al lado de un garaje que ocupa el espacio en el que también por aquellos años estuvo el cine Brisamar, sala de arte y ensayo ineludible para los cinéfilos de la época. Se ha perdido el ambiente que tuvo que poblar esas latitudes de lo que era un barrio de pescadores con determinados rincones vedados a la gente de bien. La Cimadevilla de 1976 fumaba en los bares, bebía leche de pantera, dirimía disputas a primera sangre en los prostíbulos y asesinaba a Rambal en un segundo piso de la plaza del Campo de las Monjas. Hay quien asegura que ese crimen marcó un antes y un después y que fue el episodio a partir del cual el barrio experimentó una suerte de decadencia lumpen que concluyó en el remanso de paz y apartamentos de medio lujo con el que recibe a los forasteros que se acercan en nuestro tiempo a conocer la breve lengua de tierra donde la ciudad guarda sus orígenes. Lo cierto es que no hay cronista urbano, de Carantoña a Dioni Viña, que no haya consignado este cambio —si para bien o para mal ya va en función del gusto— con el objetivo de certificar que hace varias décadas que nada es ya lo mismo en el tramo que va desde la plaza del Marqués hasta los altos de Santa Catalina.
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Miguel Barrero (Oviedo, 1980) ha publicado las novelas Espejo (premio Asturias Joven; KRK Ediciones, 2005), La vuelta a casa (KRK Ediciones, 2007), Los últimos días de Michi Panero (premio Juan Pablo Forner; DVD Ediciones, 2008), La existencia de Dios (Trea, 2012), Camposanto en Collioure (Prix International de Littérature de la Fondation Antonio Machado; Trea, 2015) y El rinoceronte y el poeta (Alianza, 2017). También es autor de los ensayos Las tierras del fin del mundo (Trea, 2016) y La tinta del calamar (Trea, 2016; premio Rodolfo Walsh 2017). Codirigió el documental La estancia vacía (2007).