No sabía yo nada de esta historia que contaba ayer mi amiga Belén Bermejo. Cada 21 de marzo, desde 1994, se publica en El País una esquela recordando el fallecimiento de Elena Lupiáñez Salanova, que perteneció al equipo fundador del periódico y trabajó en él hasta su muerte temprana, a los 40 años de edad. Las esquelas las redacta su marido, José Luis Casaus, que es escritor y fue portavoz de Izquierda Unida en el Ayuntamiento de Madrid. En ellas, va dando cuenta a su difunta esposa de lo que pasa en el mundo y, sobre todo, de las andanzas de sus dos hijos gemelos, Boris y Yuri, a los que llamaron así porque fueron concebidos en Leningrado cuando Leningrado aún no había vuelto a ser San Petersburgo. Son textos breves, concisos, unas veces deliberadamente literarios, otras veces más prosaicos, en ocasiones una simple cita. Casi siempre se puede entrever en ellos un leve toque de ironía. Son, como el propio Casaus dijo alguna vez, palabras dirigidas a la Nada. Sin embargo, he descubierto que poco a poco han ido cosechando un buen número de lectores. Personas que no conocieron a Elenita, así la llama su marido en las esquelas, pero que año tras año van imaginando cómo fue a través de las palabras con las que el hombre que compartió su vida relata lo que les va pasando a quienes la han sobrevivido.