Cantando cosas de amor

No lo recuerdo, pero la anécdota siempre sale a relucir en las reuniones familiares: andaba yo por los cinco años de edad cuando, por razones de trabajo, tuvimos que trasladarnos a Madrid durante un mes, y no paré de darles a mis padres la matraca hasta que una tarde, con cuarenta grados a la sombra, se subieron conmigo a un autobús que pasaba junto a la Puerta de Alcalá. Estaba reciente en esas fechas Para la ternura siempre hay tiempo, el doble elepé que consagraría la canción de Suburbano, y al parecer nada me divertía más en esos días azules que tararear machaconamente el estribillo para desgracia de mis familiares más cercanos y deleite de las visitas. Viene a cuento este preámbulo porque cuando «La Puerta de Alcalá» sonó bajo el cielo de Gijón, en lo que fue la recta final del concierto que inauguraba la gira adscrita al disco Canciones regaladas, reparé en que llevo ya tres décadas tarareando esos mismos versos, lo que en mi caso viene a implicar toda una vida, y que por tanto en la plaza de la Universidad Laboral, más que una actuación, se estaba dirimiendo una cuestión personal.

Bromeó Víctor Manuel al principio: es imposible diseñar un repertorio al gusto de todos. Es cierto, sobre todo si ese repertorio ya no pertenece completamente a quien lo creó porque el público ha acabado apropiándose de muchas de sus hijuelas. Presentar un disco nuevo cuando se lleva recorrida una autopista de cincuenta años entraña, por eso mismo, determinados riesgos: hay que vestir de largo a la criatura, pero ésta no debe eclipsar a los hermanos mayores que ya se han ganado a la concurrencia. Lo malo es que esto exige ser un experto en encaje de bolillos para dar con el punto exacto. Lo bueno es que tanto Ana Belén como Víctor Manuel son veteranos en esta guerra y los galones les vienen por merecimiento. Y así, saben perfectamente que se puede empezar la cosa con una pieza rabiosamente nueva, la sabrosa «El padre Antonio y el monaguillo Andrés», concluir con otra reciente y casi desconocida para las grandes mayorías, la festiva «La banda» que se le debe al talento de Chico Buarque, e ir trenzando por el medio una delicada concatenación de composiciones que tienen ganado al respetable porque, sin dejar de hablar nunca de sí mismas, han acabado hablando de nosotros.

[Artículo completo en Asturias24]

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