Podemos en prime time

Con el fragor de las últimas encuestas, han vuelto a proliferar los análisis en torno al cada vez más innegable éxito de Podemos. Se habla mucho, y con razón, del enfado monumental de mucha gente ante los escándalos de corrupción y los estragos de la crisis, de la novedad que suponen unos políticos que saltan al ruedo limpios de polvo y paja, y se destaca la brillantez con la que se exponen unas ideas que parecen nuevas, pero que no lo son tanto, al tiempo que se dispara con balas de plomo y sin silenciador contra la línea de flotación del adversario. Se invoca también al espíritu del 15-M —esa revuelta ciudadana que llevó a ocupar las plazas y volvió a poner de moda el asamblearismo y la política, en su acepción más retórica y noble— como factor necesario para explicar el éxito de un partido que en pocos días consiguió acumular más de cien mil afiliados y cuyo reciente cónclave general, celebrado en el muy paradigmático recinto madrileño de Vistalegre, probablemente haya marcado un hito —con el tiempo veremos si pequeño o grande— en el devenir reciente de nuestro país. No es este último un punto que sólo hayan tratado, con mayor o menor fortuna, columnistas y politólogos: los propios líderes de Podemos se refieren muy a menudo al 15-M con la solemnidad que se le debe rendir a un momento fundacional, y son muchos los militantes o simpatizantes que hallan en aquellos días de desencanto colectivo como raíz profunda de su adhesión a la causa.

De todos estos fundamentos, sólo el último se me antoja algo forzado. Cabe recordar que el triunfo multitudinario del 15-M no se tradujo en un voto masivo a fuerzas minoritarias —como parecían instigar quienes, de un modo u otro, asumieron la portavocía— o a otras que, más o menos, incorporaban a sus programas algunas de las máximas más recurrentes en las proclamas que se lanzaban a viva voz desde las plazas, y pienso fundamentalmente en Izquierda Unida y Equo, sino que pareció dar lugar a un ímpetu abstencionista que facilitó, primero, una rotunda victoria de la derecha en las inmediatas elecciones autonómicas y municipales y, luego, la mayoría absoluta con la que Mariano Rajoy aún nos gobierna a día de hoy. Tampoco puede decirse que cosecharan gran aceptación iniciativas que fueron surgiendo al cabo de los meses y los años (me acuerdo, ahora mismo, de la Red Ciudadana del ex juez Elpidio Silva y del denominado Partido X) y que, tanto en sus principios ideológicos como en sus líneas programáticas, bien podían considerarse herederas directas de las concentraciones que clamaban por una mayor higiene democrática. Los postulados de Podemos no se diferencian en gran cosa de los que orientaron todos esos intentos de ir ventilando el sistema desde sus mismas entrañas y, sin embargo, su repercusión y su calado entre la ciudadanía han resultado ser mucho mayores. En un artículo reciente y contestado, Rafael Reig equiparaba al Podemos de hoy con la UCD de Suárez en virtud de la terminología con que ambos partidos se presentan ante sus hipotéticos votantes. La comparación no está mal traída, aunque yo añadiría un factor más, y no insustancial, a la teoría que él exponía en su texto: la UCD nació en un momento en el que existía la necesidad de extinguir un régimen, fue el punto y aparte que remataba definitivamente un párrafo a partir del cual lo único que se extendía era un vacío. Los españoles de aquellos años pudieron asistir, en vivo y en directo a través de sus televisores, no sólo al nacimiento de un partido, sino también al principio de la propia época que lo sustanciaba. Podemos, por su parte, no surgió de una apoteosis asamblearista ni como consecuencia de una apabullante demanda ciudadana: el partido nace en el momento en que sus impulsores encuentran —por azar o por estrategia, eso importa poco en este caso— hueco en la parrilla televisiva y se descubren capaces de liderar un malestar latente, pero desorganizado, al que ellos entienden que pueden poner rostro, voz y orden. Del mismo modo que el medio es, muchas veces, el mensaje, es la televisión la que, tertulia a tertulia, acaba dando cuerpo y forma a una criatura que adquiere vida propia y carta de naturaleza en los mass media y los utiliza como plataforma desde la que propulsarse hacia el mundo real. Igual que en la Transición, la gente asiste, entre interesada y sorprendida y en rabioso tiempo real, al nacimiento de algo que no existía, pero que intuyen necesario por cuanto viene a cuestionar lo que se juzga imperfecto. Lo ve crecer y desarrollarse ante sus narices, observa sus cada vez más afianzadas posibilidades de maduración y llega a la conclusión de que también ella quiere participar y, llegado el caso, sentirse un poco responsable de su triunfo, en una suerte de reality show a gran escala en el que los afiliados son, también, audiencia. En el fondo, no es algo que difiera mucho de las tradicionales maniobras publicitarias, aunque existe una salvedad: lo normal es que se publicite algo que ya existe, pero en este caso es la publicidad la que, de forma acaso involuntaria en un principio, termina propiciando el alumbramiento del producto. Sus detractores pueden decir que poco poso marxista debe de haber en algo que se crea obedeciendo la pura y dura lógica capitalista. Sus partidarios, en cambio, se congratularán de que, por una vez, el capitalismo haya servido para engendrar algo que parece decidido a combatirlo. Lo que todos se preguntan es si el prime time puede ser un buen punto de partida desde el que desembocar en la Moncloa.

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4 respuestas a Podemos en prime time

  1. Carlos dijo:

    El éxito de Podemos no se explica únicamente por la televisión. Los que más salen en la tele son PP y PSOE y perdieron muchos votos en las europeas. También han tenido mucha repercusión en los medios VOX y similares y no se han comido un rosco. A Podemos le apoya la gente que está en contra de la corrupción, del despilfaro en obra pública o de los asesores nombrados a dedo. No sé si Podemos gobernará bien o mal, lo que sé es que estos no han robado y el resto sí. Y corrupción no es sólo llevarse una comisión, corrupción también es nombrar asesores a dedo sin pasar por una oposición como, por ejemplo, tú. Eso también es robar porque si tú estás capacitado para ocupar ese cargo deberías presentarte a unas oposiciones y si fueses el mejor obtendrías la plaza. Pero es mejor pelotear al político de turno para que te de un sueldecito. Digo un sueldo y no un trabajo porque no sé en que consiste tu trabajo.

    En tu perfil de Linkedin no incluyes aquella vez que trabajaste para un partido político. ¿Por qué?

  2. miguelbarrero dijo:

    Creo que no has entendido bien mi texto. El éxito de Podemos se explica, en efecto, por muchos factores. Entre ellos, y muy principalmente, la televisión. No por el hecho de aparecer en televisión, sino por el cómo y el cuándo aparecen y por la forma en que se va canalizando, a la vista de todos, su creciente protagonismo (¿de verdad crees que la repercusión mediática de Podemos puede equipararse a la de VOX? No seas bromista). Te animo a que releas el artículo, si quieres, con algo más de calma.

    No caigas en simplismos, amigo Carlos. La corrupción siempre implica ilegalidad y, como consecuencia de ésta, ocultamiento. Los cargos de confianza son perfectamente legales, tienen una clara razón de ser -no se puede dilucidar por concurso de quién puedes fiarte y de quién no- y tanto mi contrato como mi retribución son públicos y pueden consultarse fácilmente. No voy a extenderme explicando aquí en qué consisten mis funciones, básicamente porque puedes averiguarlo tú mismo con una sencilla búsqueda introduciendo en Google, por ejemplo, el término «gabinete».

    Siguiendo con esto, lamento desilusionarte: cuando Podemos gobierne, si gobierna, tendrán sus propios asesores, también escogidos ‘a dedo’. Quizás te sorprenda saber que, de hecho, ya los tienen sus cinco eurodiputados. Según tú, ya serían, sólo por eso, unos corruptos.

    Y para acabar: en mi perfil de Linkedin pongo, igual que todo el mundo, lo que más se acomoda a mis intereses profesionales. Además de para un partido político, he trabajado en la Semana Negra, el Festival Internacional de Cine de Gijón, una editorial y un portal de Internet. También he participado en varios libros y en algún que otro congreso. Nada de eso aparece, como puedes comprobar, en mi perfil. Me halaga, eso sí, que estés tan interesado en mi trayectoria profesional.

    Un saludo.

  3. Carlos dijo:

    Me parece igual de mal que Podemos enchufe a gente a que lo haga cualquier otro. Para mí lo ideal sería que no existiesen los políticos pero si existen al menos que no se queden mil años en el poder.
    A mí Hacienda me quita más de la mitad de lo que gano para mantener a todos los trabajadores públicos y no importa pagarle el sueldo a alguien que se lo merezca pero no sé que me aporta un asesor que no se ha ganado el puesto nadie sabe a lo que se dedica. En el organigrama de la Viceconsejería de Cultura aparecen dos personas dedicadas a la labor de ‘Prensa’, ¿Por qué dos y no una? ¿Por qué en esta viceconsejería hay dos y en otros ninguno?
    Si tu trabajo es administrativo entonces lo debería hacer alguien que haya pasado unas oposiciones. No puedes tomar decisiones discrecionales porque esa labor corresponde al político. No sé que confianza necesita un jefe de prensa si se supone que no maneja más información que la que se transmite al público. ¿No será que los políticos no quieren que nadie se entere de sus trapicheos?
    Si argumentas que tu elección se basa en la confianza ¿por qué unas semanas antes de conseguir este cargo fuiste detrás de un cargo de UPyD para ver si te daban un trabajo?
    Y si eres (o eras) periodista además de ser un vividor también eres un vendido. Supongo que seguirás viviendo de la política toda la vida porque no tienes otra opción. La mayoría de los políticos son funcionarios y tienen la plaza asegurada pero tú no tienes otra opción más que vivir de la política.

  4. miguelbarrero dijo:

    Lo peor no es que te dé por insultarme de manera gratuita y sin ningún tipo de argumento. Lo peor es que mientes a sabiendas (es la primera noticia que tengo de que alguna vez le haya pedido algo a alguien de UPyD: di el nombre de ese supuesto ‘cargo’ -tiene narices que ni siquiera te hayas tomado la molestia de cotejar determinadas cosas antes de sentarte a escribir tus bobadas- y le preguntamos, con luz y taquígrafos, si es cierto lo que dices, pero me temo que eso te dejaría cruelmente en evidencia) y que, mostrando sin pudor esa cobardía que te lleva a enmascararte para arrojar tu bilis, demuestras cada vez que le das a la tecla tu profundo desconocimiento de casi todo. Tu vida es demasiado triste, se nota, pero no por ello voy a consentir que te dediques a juzgar la de otra persona, yo, a la que no conoces y de quien nada sabes. Así que esto se acaba aquí: no te molestes en escribir, porque no te volverá a leer ni yo ni nadie en esta página, ni centres en la glosa de mi trayectoria tu único objetivo vital. Parafraseando a un escritor muy famoso al que dudo que tú hayas leído, ladra todo lo que quieras, que yo, mientras, continuaré cabalgando. Hasta siempre.

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