Nadie sabe qué ocurrió con Nancy Johnstone. Su rastro se perdió en América Latina a mediados del siglo pasado y esa desaparición voluntaria propició que poco a poco el olvido fuese engullendo la apasionante y excepcional biografía que quedaba a sus espaldas. «¿Cómo hemos podido ignorar a esta mujer durante sesenta años?», exclama el escritor Albert Sánchez-Piñol en un interrogante sin respuesta. Yo la he descubierto estos días leyendo Un hotel en la Costa Brava (Tusquets), el volumen que recoge dos de las tres obras autobiográficas que publicó en vida –Hotel in Spain y Hotel in Flight; en la tercera, Sombreros Are Becoming, relataba sus días en México– y donde habla de su primer viaje a Tossa de Mar, de su fascinación por la Costa Brava, de su firme y felizmente consumada decisión de construir y regentar allí un hotel y del modo en que ese sueño, lejos de desmoronarse, devino en otra vocación distinta con el estallido de la guerra civil.
Nancy Johnstone fue pionera en su concepción del turismo, pero también en el descubrimiento de un territorio que en aquella época, década de 1930, aún poseía la belleza virginal de los parajes a los que no ha llegado el maleaje de la sobreexplotación y la codicia. Tossa de Mar todavía era un sencillo pueblo de pescadores cuando se erigió allí Casa Johnstone, una construcción moderna en la ladera de una colina por la que pasaban viajeros preferentemente extranjeros y en la que llegó a recalar el poeta W. H. Auden. Uno lee la prosa vivísima, fresca, exultante, de esta mujer que descubrió su propio El Dorado a orillas del Mediterráneo y siente una sana envidia por quienes aún pudieron disfrutar en toda su grandeza de unos enclaves que, salvo honrosas excepciones, constituyen hoy uno de los ejemplos más perfectos de todo lo que no se debe hacer para preservar la riqueza y la excepcionalidad de un territorio. Pero, al margen de todo esto, la lectura de la obra de Johnstone resulta sumamente enriquecedora por su forma de analizar la realidad sociopolítica española de aquellos años convulsos, por su tino a la hora de señalar los muchos matices de gris que separaban el blanco del negro, por su voluntad firme de hablar sólo de lo que ella conoce con certeza y no de aquello que lo que intentan convencerla desde instancias superiores. También por el hondo sentido cívico con que afronta los vaivenes de la Historia. Cuando entiende que la sublevación de Marruecos, lejos de constituir una mera anécdota, se revela como algo crucial para el devenir del país donde ha decidido instalarse, afronta la situación sin dramatismos y convierte su hotel paradisíaco en una casa refugio para niños de la guerra. Cuando los franquistas están a punto de tomar Tossa, no se arredra ni busca parapeto en retóricas lacrimosas ni se permite el lujo de regocijarse en la derrota, sino que cruza la frontera con todos los chicos a su cargo y les acompaña hasta buscarles una salida digna en Perpignan. Su narración tiene un final abrupto, pero Miquel Berga, en un detallado epílogo, indaga en las circunstancias posteriores de Nancy, de su marido –aunque pronto acabarían divorciándose– y de todos los que la acompañaron en una singular epopeya que comenzó siendo meramente empresarial y se acabó convirtiendo en un ejemplo de compromiso y lealtad a una determinada manera de comprender el mundo. Se sabe que Nancy Johnstone regresó a Tossa de Mar alrededor de 1950, pero desconocemos casi todo lo demás: su biografía se difumina poco a poco hasta imposibilitar el seguimiento de cualquier pista que pueda conducir hasta su paradero. Sí pervive, en cambio, su legado en la Costa Brava: el coqueto edificio que una vez acogió las habitaciones de Casa Johnstone se mantiene hoy en el mismo sitio, aunque englobado en la fábrica de un hotel mucho mayor, uno de esos complejos mastodónticos e impersonales concebidos para las multitudes de sol y playa. Ni siquiera se llama igual que en sus primeros tiempos. La memoria de su fundadora ha sido, como tantas otras cosas, arrastrada por la marea.
Playa de Tossa de Mar hacia 1935.
En la ladera de la colina, Casa Johnstone.
Buenas noches:
Estoy leyendo el libro » un hotel en la costa brava » lo descubrí por casualidad y me resulta un relato impagable de un rincón de la costa brava cuando era, todavía, salvaje.
Hoy he estado en tossa y lo he buscado. No lo he encontrado y me gustaría, si existe saber donde esta y visitarlo.
Muchas gracias
Existe, aunque resulta complicado verlo porque se ha construido tanto en Tossa que ha quedado medio oculto. Lo que fue Casa Johnstone forma ahora parte de las instalaciones del hotel Don Juan Tossa. Para ver algo (poco) hay que subir por las escaleras que salvan la ladera. Se encuentra en la parte trasera del hotel, sobre las piscinas.