El Sur

El Sur es una eterna promesa en manos de los norteños. A veces vuelvo a una novela que me gustó mucho hace unos cuantos años y que habla precisamente de eso, de la fascinación por el Sur -con esa mayúscula evocadora que habla de paisajes que acaso existan sólo en nuestra imaginación, de vientos que jamás han alborotado nuestro pelo, de olores que ni siquiera estamos facultados para imaginar- y de ese Gauguin que todo hombre que se precie ha de llevar consigo, y me detengo en aquel lánguido verso de Quasimodo («più nessuno mi porterà nel sud») que condensaba en una sola frase toda la tristeza y toda la resignación del mundo. Víctor Erice, un director de cine vasco con una obra tan breve y rocosa como hipnótica, hizo una película sobre el Sur en la que sólo sale el Norte, y durante años ésa me pareció una de sus mayores genialidades: la de acertar a describir un lugar, un sentimiento, un estado de ánimo, mediante la plasmación de su contrario. Luego supe que aquel filme tenía una segunda parte que no se llegó a rodar por falta de presupuesto y que, ésta sí, transcurría en las coordenadas que daban título a la cinta. No le resta mérito al resultado, pero sí a las intenciones.

En la novela a la que me refería antes, un hombre que rastrea en el Sur geográfico y mitológico las antípodas de su propia existencia acaba buscando la oposición de su propia biografía para seguir el rastro de una felicidad que tampoco llega y que sólo alcanzaron a vislumbrar quienes, por valor o por inconsciencia, sí fueron capaces de quemar las naves y surcar los océanos y alcanzar islas virginales en donde las cosas no tenían nombre conocido y todas las historias estaban aún por contarse. Lo supo Stevenson cuando se vio rodeado de nativos en aquella playa al pie de la cumbre del Vaea y, con tanta entrega como paciencia, fue perfilando el epitafio que él mismo escribió para su tumba y que hoy es uno de los más bellos poemas de la literatura universal, apenas tres versos que definen por sí solos la dicha de encontrar definitivamente un lugar en el mundo, de hallar ese Sur que siempre parece inalcanzable: «Aquí yace donde quiso yacer. / De vuelta del mar está el marinero, / de vuelta del monte está el cazador».

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