Cuenta el mito que Narciso, tras rechazar a cuantas ninfas y doncellas suspiraban por sus amores, fue castigado por la diosa Némesis con un sofisticado maleficio que le hizo enamorarse de sí mismo al ver su propia imagen reflejada en una fuente. El final es bien sabido: embelesado en la contemplación de su rostro, Narciso se arrojó al agua y pereció ahogado, dejando su final como recuerdo el germen de una hermosa flor que fue llevando su nombre de siglo en siglo. Puede que alguna llegara a olfatear la lechera del famoso cuento, aquella joven tan ingenua como ambiciosa que, mientras se dirigía al mercado, fantaseaba con todo lo que podría hacer con el dinero que le iban a dar por la jarra de leche que transportaba sobre su cabeza. Como estaba más atenta de sus nubes particulares que del suelo que pisaba, un traspiés inoportuno destrozó la jarra, derramó la leche y echó al traste las expectativas improbables a las que la buena mujer estaba fiando su futuro.
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Miguel Barrero (Oviedo, 1980) ha publicado las novelas Espejo (premio Asturias Joven; KRK Ediciones, 2005), La vuelta a casa (KRK Ediciones, 2007), Los últimos días de Michi Panero (premio Juan Pablo Forner; DVD Ediciones, 2008), La existencia de Dios (Trea, 2012), Camposanto en Collioure (Prix International de Littérature de la Fondation Antonio Machado; Trea, 2015) y El rinoceronte y el poeta (Alianza, 2017). También es autor de los ensayos Las tierras del fin del mundo (Trea, 2016) y La tinta del calamar (Trea, 2016; premio Rodolfo Walsh 2017). Codirigió el documental La estancia vacía (2007).